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Por más que los entusiastas de la Navidad insistan en meternos en esta festividad desde septiembre, hoy se celebra en calles, casas, bares y discotecas la fiesta de Halloween.

Una noche en la que los adultos se disfrazarán para liberarse de su yo convencional y recordar sus anhelos infantiles. Y una noche para que las mujeres se conviertan en fantasías sexuales.  Porque para ellas, en las tiendas de disfraces, solo hay pintas de enfermera sexy, bruja sexy, conejita sexy, vampiresa sexy, Caperucita roja sexy, diablita sexy, muñeca sexy, futbolista sexy, monja sexy… Incluso encontré uno  de Peppa pig sexy que se vendía con la frase “dame una pepa y seré tu cerdita”.

En Halloween hay que dejar que fluya la creatividad. Alejarse de los disfraces estereotipados y ser más inventivo. Este año abundarán quienes se vistan como los personajes de La casa de papel o Los Vengadores. Pero tampoco busquen algo  muy complicado y desconocido.

Una vez me disfracé del Joven manos de tijera y participé en un concurso que se realizó en una discoteca pero para el animador del evento no era más que Freddy Krugger. No quise aclararle que era un personaje  de otra película. Era pedirle mucho a esta persona a la que se le notaba que no iba más allá del cine de Steven Seagal. Además, apenas podía pronunciar de manera correcta palabras como “éxito” o “Icfes” como para llevarlo a pronunciar Edward Scissorhands.

Este año saldré con mi hija a pedir dulces pero todavía no sé que ponerle. Los cambios sociales y lo políticamente correcto indican que debo buscarle algo que la empodere, que no la encasille en modelos femeninos preestablecidos y que le permita explorar su imaginación sin la opresión masculina de las culturas occidentales y las grandes corporaciones. Algo incluyente en lo que la sociedad y ella se vean reflejadas sin ofender a algún grupo étnico, cultural o especie.

Por eso creo que la disfrazaré de hoja de papel bond en blanco.