Alejandro Samper

View Original

Supercoco: sabor de infancia con dolor de muela

Entre los detalles infaltables que todo familiar o amigo le lleva a un caldense que vive en el exterior está el Supercoco.

Este dulce, que cumplió 70 años, sabe a nostalgia. Pero no siempre fue de mi gusto. El Supercoco fue, por mucho tiempo, uno de esos confites detestables junto al Coffe Delight, el dulcecito de anís y esas piedras que la marca Italo hacía pasar por almendras dulces.

Los Supercocos de antes venían envueltos en un papel que se fundía con el caramelo y era imposible quitar la envoltura. Había que comérselos así, con esa celulosa de papel parafinado mezclada con los trocitos de coco.

Además, morderlo era exponerse a partirse un diente, a perder una calza, a tumbarse los brackets.

El Supercoco menudeado era la encima en el puesto de dulces cuando el tendero no tenía devueltas. Y, como no me lo comía porque no me gustaba, este se embolataba en algún bolsillo donde se deshacía, formando un pegote de motas, mugre y monedas.

Vine a cogerle cariño al Supercoco luego de conocer cómo se produce. Cuando conocí a uno de los trabajadores que pasaba el día pelando cocos y cuando disfruté del aroma dulce del caramelo caliente.

Ya aprendí a dominar el bloque dulce en la boca. Que no se muerde sino que se chupa, a expensas de que se salive de más y uno parezca mascando tabaco. 

Y si quiero acordarme de cuando los comía de niño, simplemente lo acompaño  con un trozo de papel periódico un poco de arena y una moneda de $100.

Ese es un súper sabor de infancia.

Si perdió un diente o es odontólogo y se lucró del Supercoco, déjeme su comentario o envíeme un correo. Quiero escucharlos…