Alejandro Samper

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Eclipse total del amor

A comienzos de 1983 el mundo escuchó la balada pop Total Eclipse of the Heart, de la cantante galesa Bonnie Tyler, tema que alcanzó el número uno en las listas de países como Estados Unidos, Canadá, Australia, Irlanda, Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido. Un éxito musical que “eclipsó” por un momento a Michael Jackson y sus brillantes Beat It y Billie Jean.   

Esta es una canción romanticona - por ende, cursi - de una mujer que se derrumba ante su amante, que ya no la mira como antes, y al que le pide una noche que dure para siempre. El tema vendió 8 millones de copias y el canal de videos VH1 la incluyó entra las 100 mejores canciones de los 80. Su popularidad fue tal que al año siguiente se hicieron versiones de Total Eclipse of the Heart en alemán, francés, italiano, portugués y español, siendo esta última la menos fiel a la original.

Eclipse total del amor la interpretó la cubano-estadounidense Lissette y, a pesar de que la letra se asemeja a la de Tyler, hay frases que se cambian (imagino que por cuestiones de ritmo, métrica y rima) por lo que la mujer se percibe, además de desesperada, tóxica. “Érase una vez una historia feliz y ahora es solo un cuento de horror”, canta en uno de los versos, línea que no aparece en la original.

¿Dónde queda ese deseo del presidente Petro de “expandir el virus de la vida” cuando, en vez de pedir mesura en Oriente Medio, le echa gasolina a la candela?

Ahora, ¿a qué viene todo esto? El pasado 14 de octubre los colombianos tuvimos la oportunidad de apreciar un eclipse solar, que comenzó a las 11:48 de la mañana y terminó a las 3:15 de la tarde. Aficionado a estos fenómenos astronómicos, quise acompañar la experiencia con una lista de canciones que recomendó la plataforma Spotify y la primera que salió en la lista fue la de Bonnie Tyler. Más abajo estaba Lissette. Ninguna tiene que ver con la Luna, el Sol o su corona, o al cosmos en general.

Abandoné la idea y puse la televisión. Además de los pobres reportes del eclipse, los noticieros estaban concentrados en los trinos que el presidente Gustavo Petro había hecho condenando los bombardeos de Israel al pueblo palestino. En la red social X (antes Twitter) comparó a los judíos con los nazis, a la franja de Gaza con el campo de concentración de Auschwitz y, si bien no justificó el ataque del pasado 7 de octubre del grupo terrorista Hamás a los israelitas, tampoco condenó esa incursión. Una que recrudeció un conflicto que en los últimos días sumaba más de 4 mil muertos y 13 mil heridos, según reporta la agencia AFP.

Los mensajes de Petro llevaron a Israel a suspender relaciones comerciales con Colombia, a los que el presidente respondió desafiante: “No apoyamos genocidios. Al presidente de Colombia no se le insulta (…) Algún dia el ejército y el gobierno de Israel nos pedirá perdón por lo que hicieron sus hombres en nuestra tierra desatando el genocidio. Me abrazaré con ellos y ellas u lloraté por el homicidio de Auschwitz y de Gaza, y por el Auschwitz colombiano” (sic) (https://shorturl.at/ADKR0). Una crisis diplomática generada por la cabeza caliente y los dedos ágiles (que llevan a la mala redacción, fallas ortográficas y a comparar peras con manzanas) de un mandatario que, días antes, en la 78 Asamblea General de las Naciones Unidas, clamó por la paz en Ucrania y Palestina. Allí, en ese podio de la ONU, dijo que quiere que sus nietos “vivan en los tiempos en donde el ser humano supo dejar de matarse en el planeta y logró, entendiéndose en su propia diversidad de las culturas, cumplir su misión: expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”.

¿Dónde queda ese deseo de “expandir el virus de la vida” cuando, en vez de pedir mesura en Oriente Medio, le echa gasolina a la candela?

Cuando se posesionó como gobernante de los colombianos, Petro nos vendió su “política del amor”.

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Cuando se posesionó como gobernante de los colombianos, Petro nos vendió su “política del amor”, “un gobierno de la esperanza”, y que ya no era “el momento de los odios”. Habló de ser “potencia mundial de la vida”, de perdonar y de no “destruir a nuestros enemigos”, al punto que justificó el actuar de los detenidos durante las protestas sociales en el gobierno de Iván Duque “simplemente porque tenían esperanza, simplemente porque tenían amor”.

 Ante escenarios preparados, el discurso de Petro es puro amor. Este, sin embargo, se eclipsa cuando lo cuestionan sobre su radicalismo, sobre la inestabilidad ministerial en su gobierno, sobre su impuntualidad o frecuentes ausencias a reuniones, sobre el asesinato de líderes sociales, sobre el recrudecimiento de la inseguridad y el conflicto armado en Colombia, sobre sus fracasos en el Congreso, sobre las mafias que permearon su campaña presidencial. Ahí se le nota la corona de radiación; peligrosas llamaradas de plasma que afectan la atmósfera de los colombianos. Además, se genera una sombra sobre el país que lleva a inestabilidad política, económica y social.

 Tampoco ayuda que en la red social Instagram (@gustavopetrourrego) haya subido una imagen suya superpuesta sobre la del eclipse del sábado pasado y el mensaje “los quiero mucho ❤️”. Empero, cuando a Petro le piden explicar su eclipse total del amor, nos da la versión de Lissette. Una que puede asemejarse a la original pero, al escucharla con detenimiento: “Érase una vez una historia feliz y ahora es solo un cuento de horror”.


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