Alejandro Samper

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La Vuelta a Colombia

Por estos días comienza una versión más del Tour de Francia, con sus 3 mil 405 kilómetros de recorrido divididos en 21 etapas, ocho de ellas de alta montaña. Empinadas subidas a Cauterets-Cambasque, Puy de Dôme, Grand Colombier y Saint-Gervais Mont-Blanc, una contrarreloj individual y recorridos sobre pavé: ese piso adoquinado que se usan en algunas poblaciones francesas y del norte de España, y sobre el que los ciclistas belgas sobresalen.

Colombia deposita sus esperanzas en Daniel Felipe Martínez, Rigoberto Urán, Esteban Chaves, Harold Tejada y, sobre todo, Egan Bernal. Este último retorna a la competencia que ganó en 2021, pero que se perdió el año pasado tras el accidente que sufrió y que casi lo deja fuera de las carreteras para siempre. Pero lo cierto es que no podría interesarme menos el Tour de Francia. O el Giro de Italia o la Vuelta a España… el ciclismo no es lo mío. Los datos que uso para iniciar este texto los tomé del portal del Tour de Francia (www.letour.fr) y algunos periódicos, porque mi conocimiento sobre estas carreras es casi nulo.

Sin embargo, este año presté particular atención a la Vuelta a Colombia, que finalizó la semana pasada y que ganó Miguel Ángel ‘Superman’ López, porque desde la primera etapa la competencia reflejó lo que es viajar por este país. La carrera arrancó en Yopal (Casanare), un prólogo que será recordado por la caída de Yimmy López, luego de que la llanta delantera de su bicicleta se trabó en un hueco que estaba oculto por un charco de agua. El ciclista boyacense se fue de frente y se deslizó sobre el pavimento húmedo de una calle llena de rotos que al parecer el alcalde, Luis Eduardo Castro, mandó a cubrir con arena antes de la competencia, material que la lluvia removió.

De ahí en adelante la competencia se convirtió en un paseo por sinuosas carreteras en malas condiciones que atraviesan caseríos olvidados por el Estado y abandonados por la negligencia de los gobiernos regionales. En la etapa entre Dosquebradas (Risaralda) y Belalcázar (Caldas), además de los baches y trayectos en mal estado, un perro se atravesó por la calle, castigando el esfuerzo de quienes subían por esa loma empinada, causando risa entre los curiosos y reproches entre los expertos. Cero control de las autoridades u organizadores.

La etapa Pereira (Risaralda) – Manizales (Caldas) se destacó por la llegada a la capital caldense, en el barrio Chipre, y su calle agrietada y con rotos que, sin ser tan profundos como los de Yopal, sí reflejan el descuido de la administración local. Una alcaldía que se queja de que las críticas a su gestión se deben a que no pautaron con los medios locales, pero que queda en evidencia en medios nacionales: su cacareado y ridículo “rayo acelerador” de obras es un fiasco.

En la penúltima etapa, que fue entre los municipios antioqueños de La Pintada  y Cañasgordas, el narrador de la carrera agradeció al gobierno nacional las impresionantes obras de infraestructura que se habían visto a lo largo de la Vuelta; mencionaba viaductos, túneles y vías amplias. Sin embargo, el helicóptero mostraba un panorama diferente: una carretera angosta que se perdía entre los árboles y que, de repente, se abría a una doble calzada amplia, pero todavía en construcción, y que tras uno o dos kilómetros, volvía a ser un embudo sin pavimentar.

Ver esas carreteras, en pleno 2023, me recordaron esas imágenes de la primera Vuelta a Colombia, en 1951, donde ciclistas como Efraín ‘el Zipa’ Forero se tenían que echar su bicicleta al hombro para atravesar cañadas o trochas llenas de piedras. Y escuchar la verborrea de los narradores actuales me evocaron las historias que se cuentan de Carlos Arturo Rueda, legendario relator deportivo que reportaba “situaciones de carrera imaginadas en tramos de los cuales no era testigo” (https://tinyurl.com/yjx4hf9f) .

Reviso los mapas de las etapas de la Vuelta a Colombia (https://tinyurl.com/3pmvs7uc) y son un reflejo de las rutas nacionales: a las fallas geológicas se suman hitos, resaltos, peajes, desviaciones, cruces y recorridos extra que complican la llegada de un punto a otro. Además es un viaje por el país que se limita a siete departamentos de los 32 que tenemos. Tal vez no se pueda porque hay derrumbes, porque las vías no se han terminado, porque se cayeron los puentes o los construyeron donde no era necesario, como el del corregimiento El Brasil, en Cimitarra (Santander), que ni siquiera tiene carretera (https://rb.gy/9eo8a). Elefantes blancos, símbolos de la corrupción, que no vale inmiscuir en competencias deportivas.

Si bien las carreteras no son como las que recorrió ‘el Zipa Forero’, tampoco se puede sacar pecho. Lo que se percibe de ver esta competencia es que, si bien hay obras de infraestructura en curso o ya en funcionamiento, las vías que comunican a veredas y corregimientos están olvidadas. Hay zonas desconectadas y son áreas rurales de donde los campesinos no pueden sacar sus productos.

Así como Colombia es rica en paisajes, productos y cultura, lo es también en la inaccesibilidad a sus territorios. Sobre todo en bicicleta. Definitivamente se necesita ser un Superman para recorrerla.


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