Alejandro Samper

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Puerta abierta a la desesperación

Cansados de la politiquería de siempre, en 2019 los ciudadanos de Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena y Manizales apostaron por administraciones diferentes. Claudia López, Jorge Iván Ospina y William Dau se vendieron como los candidatos que reivindicarían la dignidad, la transparencia y la buena administración de los recursos públicos; Daniel Quintero y Carlos Mario Marín lo hicieron como la juventud que oxigenaría la rancia política enquistada en la capital antioqueña y la caldense. Eran la esperanza. La oportunidad de creer en que se podía cambiar, pero a ocho meses de terminar sus mandatos las cifras evidencian que resultaron peores que sus antecesores.

La firma encuestadora Invamer publicó esta semana que Claudia López, alcaldesa de Bogotá, tiene una desaprobación del 64% y el 75% de las personas sondeadas sienten que las cosas en la capital de la República están empeorando. El alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, es rechazado por el 83% de los ciudadanos y el 77% de los consultados dicen que la capital vallecaucana va de mal en peor. Por su parte, el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, tiene una aprobación de 36%, la más baja para un mandatario de la capital antioqueña en tres décadas;  en su administración pasaron de ser Ciudad Inteligente (reconocimiento otorgado por Netexplo de la UNESCO) a “burdel de cielo abierto” (https://bit.ly/3nbSHdl).  

Del cartagenero Dau no hay datos recientes de Invamer, pero hay otras cifras que revelan cómo están las cosas en la capital de Bolívar. Hasta el pasado jueves llevaban 117 asesinatos en lo que va de este año; un muerto diario según la Policía Metropolitana de Cartagena. El más reciente informe de Cartagena Cómo Vamos (https://bit.ly/44b7dTe) indica que el 79% de las personas perciben que las cosas en su ciudad van por mal camino. Como si esto fuera poco, la Procuraduría General de la Nación formuló pliego de cargos en su contra al incurrir en posible extralimitación de funciones y abuso de poder. ¡Ah!, y su ciudad sigue siendo destino de turismo sexual internacional; otro burdel a cielo abierto como Medellín (https://bit.ly/3nhZQsz).

Los alcaldes de Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena y Manizales eran la esperanza, pero a ocho meses de terminar sus mandato las cifras evidencian que resultaron peores que sus antecesores.

Y está el alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín. Basta escribir su nombre y el cargo en el buscador de noticias de Google para hacerse una idea de cómo ha sido su administración: Liberland segunda parte, rayo acelerador de obras, malas vibras, vacaciones en medio de una calamidad pública, plantones ciudadanos… y esos son solo los de este año. Su favorabilidad entre los ciudadanos no supera el 30%, de acuerdo al más reciente informe de Manizales Cómo Vamos (https://bit.ly/3HnyEPO), y el orgullo por la ciudad bajó al 74%.

Ni él ni sus asesores supieron cómo leer, entender y narrar la ciudad. Por eso todo lo que hace, dice o toca Marín se convierte en un meme o un mal chiste. Esta semana estuvo contándole a los viajeros de un bus sobre las medidas que su administración tomó ante la emergencia volcánica, pero el mensaje se perdió porque sus asesores dejaron que posara con un inutil y distractor megáfono debajo del brazo, como si se tratara de un payaso de feria. Para colmo de males, en un video publicado desde su despacho de comunicaciones muestran la renovación de un parque y gimnasio a espacio abierto y al fondo, en una de las tomas, aparece una persona usando una elíptica ¡al revés! Como trinó Juan Carlos Hómez, caricaturista de La Patria: “se entrenan y todo para ir en reversa”.

Es entendible que al llegar una nueva administración a la Alcaldía haya que hacer ajustes. El tema es que a estos alcaldes no les servía nada de lo que había antes: ni los planos del metro de Bogotá (revisados, re revisados; diseñados, rediseñados y re rediseñados), ni las políticas sociales de Cali, ni como se venía trabajando con el Grupo Empresarial Antioqueño – GEA, ni los controles para evitar el abuso a los turistas en Cartagena y, en el caso de Manizales, ni el tradicional Pregón de la Feria servía. Entonces surge el adanismo, que se alimenta de arrogancia, engorda con la lambonería y encalla – como ballena muerta en una playa – por la ineptitud.

Al final todos estos alcaldes terminaron haciendo las mismas calaveradas que los políticos que criticaban cuando eran periodistas, concejales o congresistas. Vendieron esperanza y recibimos humo. Y humo tóxico.

El adanismo se alimenta de arrogancia, engorda con la lambonería y encalla por la ineptitud.

La carrera por las próximas alcaldías ya arrancó y los candidatos andan recolectando firmas y dando a conocer sus planes de gobierno. No sé cómo harán para ganarse a los votantes. Sobre todo cuando ya pocos creen en la política tradicional y lo alternativo fue saboteado por estos gobernantes. ¿Qué van a ofrecer que no sean obras que nunca se harán y promesas que no se van a cumplir? ¿Esperanza? De eso ya no. ¿Dignidad? Eso durará cuando vean la contienda cuesta arriba y deban venderle el alma al diablo a cambio de unos votos.

Dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer que quien perdió la esperanza también perdió el miedo, y que de ahí viene el significado de “desesperado”. Y así es como parece que votaremos en estas ciudades en las próximas elecciones: con desespero. 


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