Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Historias de cronopios y de famas

Historias de cronopios y de famas

Hasta ayer supe de la existencia de Moungi Bawendi, Louis Brus y Alexei Ekimov, unos científicos que descubrieron y sintetizaron puntos cuánticos, que vienen siendo unos “nanocristales semiconductores, de entre 2 y 10 nanómetros de diámetro”. También de Pierre Agostini, Ferenc Krausz y Anne L'Huillier, que crearon “métodos experimentales que generan pulsos de luz de attosegundos para el estudio de las dinámicas del electrón en la materia”. Vaya uno a saber qué son esas cosas que hasta hace unas horas desconocía, pero parece que son importantísimas. Tanto, que a los primeros les entregaron el premio Nobel de Química y a los segundos el de Física.

Otros desconocidos son Katalin Karikó y Drew Weissman, pero su trabajo es más cercano a nuestra comprensión. Ellos hallaron una tecnología de ácido ribonucleico – ARN mensajero que posibilitó el desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 de Pfizer/BioNTech y Moderna. Por ello merecieron el Nobel de Medicina… y seguramente “millonarias” gracias de las empresas farmacéuticas.

Tampoco conocía a la iraní Narges Mohammadi, ganadora del Nobel de Paz; ni al dramaturgo noruego Jon Fosse, hoy Nobel de Literatura. Una es activista que lucha por la libertad y las garantías individuales de las mujeres oprimidas por la fatwa en Irán. El otro es un escritor que explora la condición humana a través de un estilo “minimalista y profundo”.

Los ganadores del Nobel de este año son como los cronopios de Cortázar: unos seres “relativamente humanos” y asociales porque viven al margen de las cosas que pasan en lo que supuestamente es la realidad.

Diez personas dedicadas a lo suyo, en sus contextos y con sus sacrificios. Anónimas para casi todo el mundo hasta esta semana, pero haciendo aportes que, seguramente, nos impactarán de algún modo. Tal vez mañana las pantallas de nuestros televisores o celulares tengan mejor resolución gracias a esos nanocristales que se activarán en la trillonésima fracción de un segundo, y allí podamos ver a las iraníes con el cabello al aire - sin hiyab ni tapabocas N95 - y llevando un tomo de Septología bajo el brazo.

Puede resultar desconcertante para algunos no saber de estas personas recientemente reconocidas por la Real Academia Sueca, sobre todo en un mundo hiperconectado y donde todos tenemos la posibilidad de mostrarnos en esas vitrinas que son las redes sociales. Pero esto evidencia que lo que sucede en X (antes Twitter), Instagram, Tik Tok o Facebook no es de fiar. Que lo que allí pasa va por otro lado a lo que sucede en la realidad. Que los protagonistas de estas plataformas son vanidades infladas por likes, mientras que quienes de verdad están haciendo algo por reivindicarnos como especie hacen sus cosas sin importar audiencias o métricas de Google. Ejemplo de ello es que el usuario de X @UnitedForNarges, vinculado a la organización mundial Human Rights Watch y que busca la libertad de la activista Narges Mohammadi, no alcanza los 4 mil seguidores y en Instagram llega a los 224 mil. Mientras tanto un creador de contenido tan cuestionable como La Liendra tiene 5 mil 869 en la otrora Twitter y ¡6,3 millones en Instagram!

Vaya uno a saber qué son esas cosas que hasta hace unas horas desconocíamos, pero parece que son importantísimas. Tanto que les entregaron el Nobel.

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Los ganadores del Nobel de este año me recuerdan a los cronopios del escritor Julio Cortázar: unos seres “relativamente humanos” y asociales porque viven al margen de las cosas que pasan en lo que supuestamente es la realidad. Una que es dominada y creada por los famas, “la gente formal que defiende un orden” y que se mueve por la vanidad y el ego. “Influencers”, los llamamos hoy.

Y están las esperanzas que, como muchos (y me incluyo), nos vemos sometidos a las influencias de los cronopios y los famas, “según las circunstancias”, explicaba Cortázar en una entrevista de 1977 (https://shorturl.at/zDW67).

Es el momento, entonces, de estos cronopios de la ciencia, la literatura y los derechos humanos. Aprendamos de ellos. Asomémonos a sus mundos y sintamos curiosidad, al menos por hoy, por lo que hacen. Ya mañana vendrán las famas a vendernos sus realidades, a comprometernos con sus luchas inocuas, sus cancelaciones y escándalos. Basta ver a los famas fuera de las redes sociales, donde su ego es del tamaño de un universo: sin una pantalla que medie su presencia, su importancia es tan ínfima que ni en nanómetros se puede medir.


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