Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Teleagonía

Teleagonía

¿Usted vio la serie Déjala morir? Probablemente no, lector; yo tampoco la he visto.  Pero esta producción de Telecaribe, inspirada en la vida de la cantadora de bullerengue la Niña Emilia (la del Coroncoro), fue la máxima ganadora de los recientes premios India Catalina. Se llevó 13 estatuillas y pasó por encima de las series y telenovelas de los canales privados.

¿Usted ha visto Asquerosamente rico? Yo, sí. Quedé maravillado con esta programa culinario, para el público infantil, que emite Señal Colombia. Su contenido es mucho mejor que los enlatados para niños que pasan por los canales privados y por cable. No en vano están nominados para los International Emmy Kids Awards, los premios más importantes que otorga la televisión estadounidense (¡sí, allá donde nacieron Mickey Mouse, Plaza Sésamo y Dora, la exploradora).

¿Usted ya vio Débora, la mujer que desnudó a Colombia? Pues tan pronto supe de esta serie de Teleantioquia, la busqué y ahí la estoy viendo. Porque mientras los canales privados siguen explotando la vena de la narconovela y exaltan la vida del traqueto y las prepago, en los canales regionales buscan rescatar su identidad a través de personajes relevantes, como lo es la artista antioqueña Débora Arango.

¿Usted ya vio el Congal: Guerreros sin armas? Véalo (aquí les dejo el enlace: https://bit.ly/2xXnIHF), que es el documental emitido por Telecafé y que fue el ganador del premio de Periodismo Regional 2018. Además, este trabajo sobre el drama de la violencia padecido por 54 familias de Samaná (Caldas) lo elaboraron los periodistas María José Uribe Isaza, Ricardo Alfonso Giraldo Aristizábal y Esteban Hoyos Jaramillo, egresados de la Universidad de Manizales. Un orgullo regional, sin duda.

Pero, ¿por qué no estamos al tanto de esto? Porque nos dejamos meter el cuento de que la televisión pública es “agónica”, como lo dijo esta semana el senador Andrés García Zuccardi, autor del proyecto de ley 174. Esta ley, que se cayo en el Congreso esta semana, buscaba promover “la provisión de redes y servicios de telecomunicaciones y los servicios de televisión y de radiodifusión sonora”. O sea, financiar estos servicios.

Pero por una de esas volteretas políticas que ocurren cuando un proyecto pasa de mano en mano, García Zuccardi asegura que su colega, el congresista Mario Alberto Fernández Alcocer, alteró el documento para favorecer a los canales privados y a la televisión por cable. Además, redujo los recursos que el Estado destina para financiar a los canales regionales.

Por fortuna, el mico se detectó tiempo gracias a que diferentes organizaciones – desde la ANTV hasta el MinTIC – lo denunciaron. También desmintieron la “agonía” y, a través de las redes sociales, mostraron la importancia que tienen estos canales y emisoras públicas. Basta desconectarse un momento de Netflix y cambiarle el canal a los privados, para percatarse de la diversidad de contenidos que tenemos en estos espacios.

Como dijo el crítico de televisión Germán Franco, “los canales públicos reflejan la decisión de la sociedad colombiana de darle continuidad a una televisión educativa y cultural que no es institucional y que no depende ni de los partidos ni de los gobiernos, sino que se debe a los ciudadanos”.

Cierto, no todo es bueno. Algunos canales estatales son usados como fortines políticos y se vuelven mezquinos. Pero vale la pena explorarlos y dejarse sorprender. Sobre todo ahora cuando los canales privados – RCN, Caracol, Canal Uno – dan palazos de ciego en busca del esquivo rating. Tan perdidos están que, mientras en Telecaribe producen con éxito la historia del compositor Aníbal Velásquez, en los otros transmiten culebrones turcos. Eso sí es “agónico”.

Este articulo fue publicado originalmente en LaPatria.com

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