Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Un bozal para el senador Mejía

Un bozal para el senador Mejía

Por estos días un canal de televisión por cable tiene en su programación una maratón de películas del agente 007, James Bond. En una de ellas, Vive y deja morir (Live and let die, 1973), sale el personaje J.W. Pepper quien es un sheriff de Louisiana (EE.UU.). Tiene todo el estereotipo del policía sureño gringo de los 70: es provinciano, racista, masca tabaco, es de mal gusto y altanero. No habla sino que gruñe. Siempre con la mano sobre el revólver que cuelga de su cinturón; listo a desenfundarlo para defender su idea del American way of life.
A pesar de su breve participación, J.W. Pepper sirvió para darle humor a la película de Bond. Tanto, que repitió el rol en el siguiente filme del agente británico El hombre de la pistola de oro (The man with the golden gun, 1974). Y, como lo hizo tan bien, el actor George Clifton James se encasilló en el papel de monigote fastidioso, autoritario, facho y rabioso, en otras películas. Era el idiota útil, la caricatura de lo retrógrado, siempre sometido y dominado por alguien superior.
Esos gestos y actitud de bulldog hinchado los reconocí en el actuar del senador Carlos Felipe Mejía. Si bien no tiene un revólver al cinto, usa su altanería para defender los intereses de su jefe, Álvaro Uribe Vélez, y su partido, el Centro Democrático (CD). Pueden verlo, bravucón y gritón, en este video: https://bit.ly/2TvFB6c.
Si bien el político caldense es coautor de al menos 50 proyectos de ley -algunos que benefician a los adultos mayores, paneleros y caficultores-, los colombianos lo recordamos cuando está en su rol de perro de presa del uribismo.
Esta semana, Mejía ladró porque en los carnavales de Negros y Blancos que se celebran en Pasto, hicieron unas enormes caricaturas del presidente Iván Duque como títere de Uribe. Entonces usó las redes sociales y los micrófonos para decir que esos monigotes eran un insulto, un ultraje, una burla con grosería, una calumnia. Y, cuando le argumentaban que su posición era contraria a la libertad de expresión e ignorante de la tradición de los años viejos pastusos, se tornaba rabioso.
Si meterse con esas caricaturas no fue suficiente, Mejía celebró en Twitter que el nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, destituyera a los funcionarios con ideas “comunistas”. Su texto me recordó a Pepper quien, en la octava película de Bond, alega que los malos son los “comunistas”.
Pero así son estos fanáticos como Pepper, Bolsonaro y Mejía: hacen diagnósticos equivocados y buscan fantasmas donde no los hay. Para Bolsonaro y Mejía son los “comunistas” y los “castrochavistas", cuando es la corrupción la que tiene jodida a Brasil y a Colombia. Y J.W. Pepper alega que es la ideología soviética la que hay que atacar cuando la trama del filme está en que el problema es el narcotráfico.
Con estas actitudes, Carlos Felipe Mejía se etiqueta como el político intransigente peleón. Del adulador del chacho de la película. Del monigote relegado al rol secundario. El que solo figura cuando matonea y dice burradas (cosa endémica en los integrantes del CD, del presidente Duque para abajo). Por eso, y por el bien de la región, le digo al senador que no se encasille en el rol del sheriff Pepper, como le sucedió a George Clifton James. Póngase el bozal. Le va mejor legislando calladito que ladrando al menor azuzo de su amo.

Momento de reinventarse

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Partes desconocidas

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