Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Generación Woke: Despierta a la bobada

Generación Woke: Despierta a la bobada

El espía británico James Bond se ha enfrentado a algunos de los villanos más memorables del cine y la literatura: de guardaespaldas japoneses que lanzan sombreros con cuchillas y gigantes con dientes de metal, a militares norcoreanos y poderosas multinacionales del crimen como Spectre. De esas luchas, el agente ha salido herido y medio muerto, pero siempre con su identidad intacta: arrogante, autosuficiente, amante insaciable y con licencia para matar a cualquiera que ose encararlo. Por eso nos gusta, por eso nos atrae y por eso ha sido un éxito comercial desde que Ian Fleming lo creó en 1952. 

Hoy, sin embargo, el agente 007 se enfrenta a su enemigo más viral y tonto (lo que lo hace más peligroso): la ideología woke. Personas que se consideran “despiertas” ante lo que sucede en el mundo y, a través de un discurso radicalizado, llevaron lo políticamente correcto al absurdo. Entonces todo les resulta ofensivo: las tradiciones, comer carne, el gluten, nacer en medio de una familia caucásica, con pene y que te pongan nombre de género masculino… porque ser hombre blanco y reconocerlo es malo. Y si estudió en Eton, bebe martinis, maneja un Jaguar último modelo y salta en paracaídas con la reina Isabel II, como lo hizo James Bond, mucho peor: un hombre blanco de élite.

Por ello los woke andan en campaña para que se reescriban las aventuras del espía inglés; principalmente porque Fleming usa la expresión “negro” para referirse, bueno, a un negro. “Se mire por donde se mire, nada hay de malo en la palabra “negro”. Y por eso el término estadounidense ‘afroamericano’ es un eufemismo absurdo: oculta algo que no debe esconderse ni producir vergüenza; y además discrimina a los negros por su origen (…) En Estados Unidos intentan olvidar con estos giros su trayectoria de racismo legal, organizado y masivo, un trauma del que nosotros carecemos. Pero nos sentimos siempre tan acomplejados ante todo lo que viene de allá, que hasta sus propios complejos copiamos”, escribió hace un par de años el maestro de periodistas Álex Grijelmo (https://bit.ly/3SLfKa0).

También buscan cancelar a Bond por misógino. ¿Acaso no se han dado cuenta que desde que lo crearon ha estado al servicio secreto de su majestad? O sea, su autoridad, hasta el año pasado, fue una mujer a la que nunca traicionó. Los woke también critican la promiscuidad de Bond y cómo trata a sus parejas sexuales, ¡cómo quiere que las trate si la mayoría de ellas lo engaña, lo usa o quiere matarlo!

Además, es un personaje de ficción. Pertenece al mundo de la fantasía donde gracias a los efectos especiales del cine desafía las leyes de la física y las capacidades humanas. Nadie se toma un veneno letal, se agarra a golpes con dos o tres expertos en artes marciales y, agonizante, usa un desfibrilador en él mismo, para salvarse, arreglarse el traje y regresar como si nada a un casino a jugar millones de dólares al bacará. Es ficción, y los woke parecen no entender esto. En su discurso dogmático no hay cabida para la imaginación.

Por eso también la emprendieron contra los cuentos de Roald Dahl - autor de Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas, El fantástico señor Fox, entre otros - pues consideran que en sus escritos usa estereotipos que para los woke resultan ofensivos. Especialmente para los gordos. Dahl compara a Violet Beauregarde con una vaca pastando, porque la niña no para de mascar chicle, lo que deriva en que se hinche como un arándano gigante. Y a Augustus Gloop, un niño rechoncho y glotón, lo compara con un elefante por no parar de comer dulces ni variar su dieta (lo que de cabeza, literalmente, lo lleva a tener problemas con el azúcar). 

Son moralejas, sobre todo la de Gloop, que tienen soporte científico. “La ingesta de azúcares libres se debe reducir a menos del 10% de la ingesta calórica total (…) El peso corporal excesivo asociado con la ingesta de azúcares libres se debe a la ingesta excesiva de energía”, recomienda la Organización Mundial de la Salud (https://bit.ly/3mdj9SP). Pero los woke se quedan en que esta historia afectará a los niños. Que fomentarán el matoneo porque también usan expresiones como “loco”, para referirse a la salud mental de Willy Wonka, un tipo que vive en una fábrica de dulces y tiene como empleados a unos “enanos” - otra palabra censurada - de una nación inexistente. Consideran todo esto discriminatorio y piden que los cuentos sean reescritos a su gusto.

Pero reescribir una historia no significa que se acabe el problema. Por lo general, estas nuevas versiones dejan más sombras que claridad y desdibujan la intención del autor. La Biblia, por ejemplo, es el libro más vendido en la historia y ha tenido muchas reediciones e interpretaciones: desde el Concilio de Nicea a la del rey Jacobo y la de la Reina Valera. Cada una acomodada a los intereses de un monarca o una población. Y lo único que han logrado es dividir y matar a más personas que el cáncer en nombre de Dios. Sam Harris, neurocientífico y autor de El fin de la fe, afirma que "la fe y la religión son la fuente más prolífica de violencia en la historia”.

Por fortuna algunas editoriales ya se echaron para atrás en esto de hacer versiones woke de los cuentos de Dahl y Fleming. Y autores como Salman Rushdie, Arturo Pérez-Reverte y Julia Navarro se han opuesto a esta censura. "Si ahora vamos a ocultar que existía la esclavitud porque nos ofende, es un disparate", dijo Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España.

Lo woke no defiende la diversidad. Tampoco el estar señalando privilegios hará de esta una sociedad más equilibrada. Su ideología es tan falaz que inventan palabras para confundir incautos y argumentar con disparates; con la “interseccionalidad” y “transversalidad”, que tanto usan, buscan crear una epistemología basada en percepciones e ideas, una más absurda que la otra, con tal de justificarse. Si se sienten mal por lo que son o por lo que sus antepasados hicieron, perdónense. No es justificarlos, es entender las palabras y los hechos en el contexto en el que se dieron. Pero no nos arrastren en ese marisma torpe de querer mejorar el mundo a punta de censura.

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