Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Diversidad Pantone

Diversidad Pantone

De un tiempo para acá, la empresa estadounidense Pantone, creadora de ese código que derivó en un lenguaje cromático, anuncia el color que se impondrá ese año. Para el 2023 es el Viva Magenta 18-1750. “Un color audaz, lleno de ingenio e inclusivo”, registra el comunicado que acompañó la campaña de lanzamiento del tono tendencia; una mezcla de rojo al 75.51%, verde al 20.39% y azul al 33.33%, según la escala RGB (Red, Green and Blue). Cuando lo vi pensé: “¡Ah, es rojo!”.

No lo percibí como audaz, ingenioso o inclusivo. Simplemente como un color: rojo. Rojo con algo de rosado, si se lo quisiera explicar a alguien y porque así me educaron. En el colegio me enseñaron que había tres colores primarios (rojo, amarillo y azul), a partir de estos se construyen los secundarios (naranja, verde y morado) y después vienen los terciarios, que son variaciones de las tonalidades al mezclar colores primarios y secundarios. Y hacíamos círculos cromáticos para entender, identificar y categorizar estos colores. Después llegó el dilema Prismacolor, donde el rojo ya no se llamaba como tal sino “carmín”, el azul era “marino” y el amarillo sí seguía “amarillo”. Y en la universidad, en la facultad de Diseño Industrial, nos enseñaron que los primarios eran el magenta, el cian y el amarillo. Pero, al final, seguían siendo los mismos tres.

Todo esto va a que una discusión similar se está dando con el tema de la identidad sexual. La ciencia nos ha dicho que quien tiene dos cromosomas XX es de género femenino y quien tiene los cromosomas XY son masculinos. Fisiológica y anatómicamente, quien tiene vulva es mujer, quien tiene pene es hombre. Todo esto basado en estudios biológicos, médicos, evolutivos, taxonómicos y genéticos. 

También está el hermafroditismo, una alteración de los genes que lleva a que las personas presenten una discrepancia entre los genitales internos y externos. Hoy se les llama “intersexuales”. Una condición que se presenta en el 0.06% de la población mundial, según la Sociedad Norteamericana Intersex. 

Entonces, estos vendrían siendo como los colores primarios humanos. Magenta, cian, amarillo; mujeres, hombres, hermafroditas. Es lo que nos han enseñado.

Luego vienen los colores secundarios, mezcla de los primarios. En el caso de la identidad sexual, hasta hace unas décadas, teníamos homosexuales y lesbianas. Naranjas y morados. Falta el verde, pero ahí están los transgénero que, al igual que los intersexuales, fueron una rareza humana de exhibir en circos hasta mediados del siglo XX. Por fortuna, ya no es así aunque existen comunidades que los siguen tratando como parias.

Y los asexuales, que vendrían siendo como el color blanco.

Gracias a estudios psicológicos, sociológicos, antropológicos y semióticos, hoy sabemos que hay una gama mucho más amplia de naranjas, morados y verdes, que se recogieron en la sigla LGBTIQ: Lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queer. Cada uno con sus cualidades y características, pero igual, si nos vamos a la ciencia, son colores primarios mezclados, solo que ahora se venden en frascos por separado. Y está bien; yo quiero ir a una papelería a comprar pintura verde, no amarilla y azul para combinar. Pero aquí es donde la discusión se vuelve más de mercadeo que de reconocer la existencia de estas personas.

A la sigla LGBTIQ le agregaron el signo “+” lo que da entrada a cuanta variación de la identidad y orientación sexual perciba cada quien. Esto ya no soportado en ciencia sino en teorías filosóficas posmodernas e ideologías que, como lo señala el psicólogo clínico canadiense Jordan Peterson: “asaltan el sustrato metafísico cultural, la racionalidad, la ciencia, el diálogo y la individualidad”.

Entonces, como la tabla de Pantone - que tiene 2.161 colores en su lista - estos “+” ya tienen entre 33 y 112 géneros y orientaciones sexuales clasificados. Una diferencia amplia que depende de la fuente y a que ni estos mismos grupos se reconocen o aceptan en su diversidad. Pangénero, trigénero, lithsexual, genderqueer, género fluido… y cada uno reclama su franja de color en la bandera arcoíris. Y a cada uno le están apuntando a venderle productos con los que se sientan identificados: desde unicornios de peluche y camisetas, hasta grupos musicales y literatura. Cuanto más segmentado esté el mercado, mejor será el negocio.

Hay transgénero que quieren ser reconocidos como “hombres” o como “mujeres”, pero están los que los acusan de que lo que buscan es encajar en los parámetros del patriarcado. Y están las TERF (Feminista Radical Trans-Excluyente) que no creen que las mujeres trans deban unirse a la lucha feminista por no ser biológicamente de género femenino, y están las trans que piden a las “personas menstruantes” o “personas gestantes” a no unirse a las marchas del 8M, porque hay mujeres que no están de acuerdo con las leyes trans y la agenda queer que se vienen tramitando en países como España. “Borrado de mujer”, le llaman a esto.

Entiendo que cada uno es un individuo - con sus caprichos, gustos y tendencias - y que buscan ser reconocidos. Como los Prismacolor que llevan grabado el nombre del color sobre la madera del lápiz. Pero la radicalización no ayuda a nadie: Ni a la comunidad LGBTIQ+, ni a la causa feminista, ni a los que solo conocemos los colores primarios pero queremos conocer de gamas. Con estas discusiones nos volvemos daltónicos y confundimos todo. 

Si no se ponen de acuerdo serán los abogados de causas particulares, los políticos oportunistas y el mercadeo quienes legislen y tomen decisiones en cuanto a sus identidades, derechos y alcances sociales. Y a estos, al final, solo les interesa el tono Pantone 5803 C, el más usado en los billetes. Sobre todo el dólar.

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