Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Confesiones de políticos marihuaneros

Confesiones de políticos marihuaneros

Susana Gómez Castaño, la representante a la Cámara conocida como ‘Susana Boreal’, reconoció esta semana, en medio de una plenaria, que era marihuanera. “Soy consumidora de marihuana bastante regular; de hecho, todos los días. Me encanta”, dijo la antioqueña ante otros congresistas y los medios de comunicación. Su testimonio, sin embargo, no trascendió como esperaban algunos opositores del Pacto Histórico - partido de gobierno al que ella pertenece - porque la yerba ya no es lo que era.

La historia del cannabis en Colombia, cuenta Luis Felipe Cruz en el texto Legado económico de la bonanza marimbera (https://bit.ly/3Ir7Yxv), arranca en el siglo XVII con unos cultivos de cáñamo para producir  fibra textil. Esta planta, gracias a las bondades de los suelos y clima de la Sierra Nevada, muta para crear una variedad de cannabis con mayor (y mejor) concentración de tetrahidrocannabinol - THC. La Santa Marta Golden fue tan apetecida por el movimiento hippie y los marihuanos gringos que, para los años 70 del siglo XX, se inicia el contrabando de esta planta psicotrópica. 

La Bonanza Marimbera, alimentada por el prohibicionismo del gobierno de Richard Nixon y la complacencia de los presidentes Pastrana, López y Turbay, trajo plata fácil y violencia a Colombia. Las rancherías de La Guajira se vuelven centros de comercio ilegal y los valores de los wayuu se trastocan, adoptando costumbres mafiosas. El periodista Juan Gossain lo relata en su libro La mala hierba (1981); también lo expone la película Pájaros de verano (2018), de Ciro Guerra. 

La prosperidad cannábica decayó cuando los estadounidenses aprendieron a cultivar el cannabis en su territorio y nosotros encontramos que con la cocaína podíamos ganar más dinero. Para ese entonces ya la marihuana se asociaba con decadencia. Con abandono y descuido; una de cosa de pobres, negros y marginados, tomada de las propagandas gringas antimarihuana que produjo Hollywood entre los años 30 y 50 del siglo pasado. La imagen del mamerto que la senadora María Fernanda Cabal tiene en la cabeza proviene de estos contenidos.

Eran tiempos donde toda sustancia psicotrópica o estupefaciente se echaba en el mismo costal. Cocaína, bazuco, marihuana, LSD, anfetaminas, heroína… Todas eran “drogas” y estas, como bien nos enseñó el gobierno a través de su propaganda, son malas. “La mata que mata”, “la puerta de entrada a sustancias más fuertes y adictivas”, “di ‘NO’ a las drogas”, o la que más me impactó: un comercial del Banco Cafetero de 1983 en el que un tipo se consume hasta quedar cadavérico y el mensaje era “la droga destruye tu cerebro”.

En los años 90 también hubo cacería de fumones. En 1992, el entonces candidato a la Casa Blanca, Blil Clinton, aseguró que sí fumó marihuana pero no la “inhaló”. Un año después, al ex constituyente y miembro de la Junta Directiva del Banco de la República, Carlos Ossa Escobar, se le acabó la carrera pública cuando la Policía lo detuvo en el aeropuerto ElDorado por llevar en su maletín un cacho con menos de 100 gramos de marihuana (la dosis personal). Quedaba claro que en la política se permitían enredos con narcotraficantes, ser un borracho, un pedófilo o gastarse el erario en parrandas, prostitución y perico, pero jamas cargar un porro.

El nuevo milenio, sin embargo, trajo un enfoque diferente a lo que aporta esta planta. Los estudios científicos, investigaciones y los intereses geopolíticos y económicos tienen a la marihuana como alternativa medicinal, terapéutica y recreacional. Menos nociva que el cigarrillo y el licor. Fumarla o consumir sus derivados (THC o CBD) está de moda y no sólo Susana Boreal admite usarla. A la lista se suma otro representante antioqueño, Daniel Carvalho, quien asegura fumar marihuana desde hace 25 años; y Moises Ninco Daza, embajador de Colombia en México, quien en redes sociales publicó que se fuma su porro de vez en cuando. Hasta Clinton, finalmente, reconoció que sí “inhaló”.

Se aplaude que estos políticos se sinceren ante el uso del cannabis. Sería preocupante si llegan a una sesión bajo los efectos psicotrópicos de esta yerba, así como si llegan pasados de copas. Actos sancionados por el artículo 9 de la ley 1828 de 2017, del código disciplinario del congresista. Pero no dejan de ser escándalos menores, como el del senador Álex Flórez y sus borracheras con prostitutas.

Lo cierto es que Boreal y Ninco, que supuestamente representan a la nueva generación de políticos en el país, son pura pose. Sus confesiones de marihuaneros no son más que una cortina de humo para tapar los escándalos por los que sí se les debe investigar. A Susana Gómez por su inexperiencia. Por las acusaciones que tiene por maltratar subalternos; de no pagarle a los colaboradores; de meter a su pareja sentimental en su Unidad Legislativa de Trabajo - UTL, con un salario cercano a los $9 millones mensuales, a pesar de no tener siquiera título profesional. A Ninco Daza por no tener el perfil idóneo para el cargo: no tiene carrera diplomática… bueno, no tiene ninguna carrera profesional. Su único mérito es haber sido de la UTL del senador Gustavo Bolívar, amigo cercano del presidente Gustavo Petro.  Abuso, maltrato, favorecimiento y corrupción. Eso sí es para preocuparse.

A Carvalho por ahora solo se le puede juzgar su inexperiencia como congresista. Y de seguir los pasos del cantante puertorriqueño Daniel Santos, quien solía decir: “La marihuana no envicia. Llevo 20 años fumándola y no me he enviciado”. 

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