Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Leyendo a los políticos

Leyendo a los políticos

Es innegable que hay cosas más importantes que la lectura. Comer, por ejemplo. Aprender y desarrollar técnicas o herramientas que nos den acceso a los alimentos. O garantizarnos un techo. Un refugio de la intemperie y peligros que hay por ahí. Situaciones primarias, básicas e instintivas, innatas a cualquier ser vivo. Tan solo como homínidos bípedos llevamos 6 millones de años AP (antes del presente) en ellas; 50 millones AP desde la aparición de nuestros primeros ancestros. Los libros apenas llevan 4 mil años con nosotros.

Por ello, cuando a un político le preguntan sobre sus estrategias o planes de gobierno son muy hábiles para hablar de garantizar vivienda y alimentación, pero se vuelven gaseosos en temas que apelan a la cultura, la diversidad o la creación. Su discurso apela a nuestro primitivismo básico. Tanto, que cuando hay elecciones, nuestros candidatos compran votos ofreciendo tamales y lechona, bultos de cemento y tejas. Comida y techo; nunca libros. Nunca nadie ha dicho que vendió su voto por un texto de Danielle Steel.

Los políticos se sienten más cómodos sobre una tarima y gritando promesas a una masa de personas que se limitan a reaccionar.

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Lo ocurrido esta semana con los candidatos a la Alcaldía de Manizales, durante la apertura de la 14 Feria del Libro de esta ciudad, evidencia esto. Cuando les preguntaron sobre qué libros leen, la mayoría de ellos cayeron en autores y títulos comunes: Cien años de soledad, Saramago, textos técnicos o de autoayuda… Incluso Diego Fernando Espinosa reconoció que entre sus lecturas está el silabario básico Nacho Lee. Un testimonio que, venido de este personaje al que llaman ‘el Ninja’ porque practica artes marciales, da pie a pensar que si revisa esta cartilla es porque cree que tiene algo que ver con Bruce Lee.

No les fue bien en ese espacio de discusión. Primero, porque son muchos los candidatos (fueron once de los doce que optan al cargo) y no tuvieron tiempo para argumentar sus ideas; segundo, porque no es su audiencia. Los lectores suelen ser públicos críticos que no tragan entero. Que cuestionan e increpan. Es por esta razón que los políticos se sienten más cómodos sobre una tarima y gritando promesas a una masa de personas que se limitan a reaccionar.

Para los políticos, sobre todo los que aspiran a cargos regionales, la lectura y los libros son algo ajeno. Rarezas que los distraen de lo que para ellos es realmente importante: los votos. Con lo que cuesta la recopilación de cuentos del alemán Stefan Zweig, se compran cuatro o cinco sufragios este 29 de octubre (según las tarifas que pagó la infame Aida Merlano en 2018 para poder llegar al Senado). Con lo que cuesta apoyar y financiar una Feria del Libro, un cacique regional puede ofrecer refrigerios y alquilar varios buses para ponerlos al servicio del candidato de su preferencia para llevar y traer electores a las urnas.

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Dice Daniel Pennac, autor francés de ese fantástico ensayo sobre la lectura que es Como una novela, que si bien nadie tiene tiempo para leer, tampoco tenemos tiempo para enamorarnos “e, incluso así, lo hacemos”. Quedan tres meses para las elecciones y los aspirantes a alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas tienen poco tiempo para seducirnos. Insisto, lo harán apostándole a llenarnos el estómago y ofrecernos refugio de los últimos cuatro y desastrosos años, a pesar de que muchos de ellos hicieron parte de esas administraciones. Meterse a hacer campaña desde los libros, el teatro o el arte se vuelve un desgaste. Además, como mencioné antes, estas expresiones son nuevas para el ser humano.

Para poder hacer algo por la cultura, debemos reconocernos en ella. Ahí es cuando entendemos que para ellos no exista mayor actividad cultural que la Feria, un evento de masas y popular. Ruidoso y etílico. La lectura, por el contrario, suele ser íntima y silenciosa. Requiere inversión de tiempo y dinero (los libros no son baratos). Es, para muchos, un lujo. Hacer política en Colombia, si bien es costosa, no es de lujos: es ordinaria, procaz e ignorante. Al punto que hay candidatos que aceptan que su reciente lectura es una cartilla de párvulos.


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