Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

Cuando los papás nos defienden

Cuando los papás nos defienden

Si uno lee el trino del ambientalista Hildebrando Vélez defendiendo a su hija, Irene Vélez Torres, sin saber quién es ella, se puede pensar que es de un candor que conmueve. En el mensaje publicado el pasado 18 de julio (https://shorturl.at/kqxH8), el orgulloso padre destaca que su hija fue “campeona nacional de nado sincronizado”,  “premio nacional de cuento corto”, “mejor ICFES femenino en el pedagógico nacional”, entre otros logros académicos. Nada de sus alcances como ministra de Minas y Energía porque, la verdad, en sus once meses al frente de esta cartera fue poco o nada lo que hizo.

La filósofa Irene Vélez se destacó por su zapatillas blancas, su flequillo indomable, por desconocer las cifras y los datos sobre su ministerio (https://shorturl.at/kQTX8, https://rb.gy/a4jyv) y por posible pánico económico con sus declaraciones (https://shorturl.at/bgoB6). Recientemente, por las acusaciones en su contra de favorecer contratos públicos que benefician a su esposo, el documentalista neerlandés Sjorden van Grootheest, y por abusar de su cargo para facilitar la salida irregular de su hijo hacia Europa. Hecho que, al parecer, apresuró la salida de esta mujer del cargo.

Nada de eso es mencionado por el señor Hildebrando. Seguramente porque a sus ojos sigue siendo la niñita que nada al ritmo de la música, escribe cuentos y es aplicada en el estudio. Aunque lo más seguro es que no quiere arrimar mucho su rabo de paja a la candela, porque es cercano a la vicepresidenta Francia Márquez y es ficha clave en el ministerio que su hija lideró hasta esta semana (https://rb.gy/aazeu).

Lo de Hildebrando, sin embargo, es lo que hacen muchos padres cuando sus hijos son atacados. Salen a defenderlos obviando las evidencias y resaltando cualidades probablemente ya perdidas. Algo muy común en la política.

Donald Trump dijo de su hija Ivanka, para resaltar sus cualidades,: “es un buen culito” y “está buena”

 En 1943, el presidente Alfonso López Pumarejo defendió a su hijo, Alfonso López Michelsen, ante el Congreso, luego de que el representante Silvio Villegas lo acusó de enriquecimiento ilícito con las acciones de la empresa holandesa Handel. El mandatario aseguró que su hijo – que llegaría a la presidencia años después – había hecho una transacción lícita como abogado de los accionistas al comprar unos bonos congelados y que, por esas cosas del destino, al descongelarse se hizo millonario.

Con uñas y dientes el expresidente César Gaviria ha hecho todo lo posible por ubicar a sus hijos Simón y María Paz en cargos públicos y lavarles la cara después de cada embarrada. Lo mismo han hecho, sin tanto éxito, Samper y Pastrana. Al corrupto exministro Óscar Iván Zuluaga se le escucha en una grabación decir que asumiría toda la responsabilidad de los dineros que la firma Odebrecht dio a su campaña por la presidencia, “para proteger a David” (su hijo), sin caer en la cuenta de que al decir ello lo estaba incriminando por los delitos de fraude procesal y enriquecimiento ilícito de particular.

Y ya que menciono Odebrecht, Álvaro Uribe también ha salido en defensa de su prole, una que también se reunió con estos empresarios brasileños. En 2017, cuando el presidente Juan Manuel Santos indicó que Tomás y Jerónimo Uribe se habían encontrado con estas personas, el expresidente Ubérrimo retacó: “los hijos míos no fueron abusivos con los bienes del Estado ni viajaron al Mundial de Fútbol invitados por contratistas del Gobierno”, salpicando a los vástagos de Santos.

Sean o no unos crápulas, uno como papá busca el bienestar de los hijos y resaltará de ellos la más mínima cualidad.

Uribe ha dicho de sus hijos que son “exitosos empresarios” de zonas francas y centros comerciales. Negocios que, al igual que Alfonso López Michelsen, supieron leer los momentos del gobierno de su padre para invertir y hacer conexiones.

Pero esto de defender hijos calaveras no sólo sucede en Colombia. El presidente estadounidense Joe Biden lleva un buen rato en el ojo del huracán por culpa de su hijo Hunter. Un abogado que, según el mandatario gringo: “no ha hecho nada malo” (https://rb.gy/8966i), a pesar de evadir impuestos (por lo que probablemente irá a la cárcel). A esto se suman las cerca de 9 mil imágenes - entre fotografías y videos - en las que se le ve consumiendo drogas, manejando intoxicado, portando armas de manera ilegal y múltiples infidelidades, entre las que están la que mantuvo con la viuda de su hermano. A pesar de ello, “me siento muy orgulloso de mi hijo”, ha dicho Biden.

Si lo anterior no le parece incómodo, tal vez lo haga lo que el entonces presidente de los EE.UU., Donald Trump, dijo de su hija Ivanka para resaltar sus cualidades: “es un buen culito” y “está buena” (https://rb.gy/8fca3).

Sean o no unos crápulas, uno como papá busca el bienestar de los hijos y resaltará de ellos la más mínima cualidad. Quienes no lo hacen son vistos como déspotas fríos y crueles. Como el zar Iván el Terrible, que mató a su hijo de un bastonazo en un arranque de ira; o Cronos, que los devoraba para que no lo derrocaran como él hizo con su padre Urano. O como el presidente Gustavo Petro, quien pidió a la Fiscalía que investigaran a su primogénito, el diputado atlanticense Nicolás Petro Burgos, por recibir unos $800 millones del narcotraficante Samuel Santander Lopesierra y el controvertido empresario Alfonso ‘el Turco’ Hilsaca. En vez de destacar ese acto de transparencia, nos quedamos con la frase que el mismo Petro dijo públicamente: “yo no lo críe”. Y entre la figura del padre ausente y el padre alcahueta, que entre el diablo y escoja.


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