Siempre en la búsqueda de temas para escribir, el periodista colombiano Alejandro Samper lleva más de 20 años compartiendo su opinión en prensa, radio y redes sociales. Este portal es una colección de sus trabajos e ideas, los cuales pueden ir de lo extremadamente local a asuntos globales.

¿Qué pasó con el Covid-19?

¿Qué pasó con el Covid-19?

Hace tres años estábamos encerrados. Confinados en nuestros hogares y limitando cualquier contacto humano a lo mínimo. Usábamos tapabocas, guantes de látex, desinfectantes, alcohol, cloro. Nos lavamos las manos cada 15 minutos. En los supermercados se agotó el papel higiénico. Salir a la calle era un acto temerario y regresar a casa implicaba desnudarse por completo y echar a lavar de inmediato la ropa. Un abrazo era poner en riesgo la salud, besarse era mortal. Estornudar era visto como un acto terrorista y a quienes trabajaban en clínicas y hospitales los señalaban como apestados; a algunos los amenazaron de muerte y tuvieron que dejar sus viviendas y familias.

Las fronteras se cerraron. Solo se podía salir una o dos veces por semana y siendo breves en las diligencias, por lo que a los domiciliarios se les trataba como héroes. Nos resignamos a ver la vida a través de las ventanas. Encontrarse a alguien en un ascensor o topárselo en las escaleras daba miedo. Aprendimos a trabajar a distancia, a hacer reuniones virtuales. La gente buscó curas milagrosas en “pelitos” que se encontraron en la Biblia junto al Salmo 91, tomando moringa o llegando al extremo de ingerir desinfectante y a la vez exponerse a lámparas de rayos ultravioleta. Y, para mostrar “resistencia”, la gente aplaudía o cantaba el himno nacional desde los balcones.

Nos rociaron, nos apartaron y nos marcaron. Había miedo en el aire y todos los días nos daban las cifras de muertos locales, nacionales y globales. El coronavirus puso en jaque a la economía y los gobiernos. Pero así como apareció de manera repentina, igual desapareció. En todo el mundo.

Como el virus desapareció igual de rápido a como surgió, hay quienes creen que todo fue un invento; una trama de una teoría conspirativa global.

¿Cuándo fue la última vez que supo de alguien que murió de covid? ¿O que se contagió? Toca ir al Instituto Nacional de Salud para enterarse de que ayer fallecieron ocho personas en el país por esta enfermedad y que hay 875 casos reportados como activos (https://bit.ly/43QXXDv). Ya no es noticia. Esta información ya no causa pánico. Pero gran parte del éxito en esta lucha se debe a la efectividad de las vacunas y las campañas de vacunación. Datos de la Organización Mundial de la Salud y de Our World in Data indican que al menos el 63,4% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de alguna de las vacunas contra la COVID-19.

Desde que se detectó el primer caso en humanos con la cepa del virus SARS-CoV-2 , el 17 de noviembre  de 2019, a hoy, 6,9 millones de personas han muerto por este mal, según registra el portal statista.com (https://bit.ly/41Bz0uw). Una cifra que, contrastada con los 8 billones de habitantes que tiene este planeta, es pequeña. También evidencia que cuando hay voluntad global, se pueden alcanzar grandes metas, como la vacunación. “Esta pandemia también nos ha aportado muchas acciones y reflexiones positivas, que parten precisamente de lo que somos, una humanidad compasiva”, concluye María de la Luz Casas Martínez, coordinadora del Centro Interdisciplinario de Bioética de la Universidad (México), en el documento Enseñanzas de la pandemia COVID-19. El reencuentro con la vulnerabilidad humana (https://bit.ly/43T2RzQ).

Seguimos siendo criaturas temerosas, supersticiosas y manipulables.

Con la perspectiva que da el tiempo y sin la hipoxia que causa el uso permanente del tapabocas, suenan ridículas la mayoría de las cosas que hacíamos en ese entonces. Son evidencia del aparente estado de locura colectiva en el que estábamos. Sin embargo, como el virus desapareció igual de rápido a como surgió, hay quienes creen que todo fue un invento; una trama de una teoría conspirativa global. Una gran mentira divulgada para darle tiempo a los países más poderosos del mundo a reorganizarse, fortalecer sus corporaciones (comenzando por las farmacéuticas) y planear una nueva geopolítica ¿Acaso es un nuevo raciocinio místico para buscar explicaciones a situaciones que nos superan?

Hoy el coronavirus no asusta. Asusta una reforma al sistema de salud, al pensional, la violencia de los grupos armados, las próximas elecciones, ir a fútbol, la guerra en Ucrania, ChatGPT y demás inteligencias artificiales. Asusta darse cuenta de que, a pesar de los avances tecnológicos y la ciencia, seguimos siendo criaturas temerosas, supersticiosas y manipulables.

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